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"Ya no veo a mis senos como elementos mutilados, los veo como una fuente de nutrición para mi bebé"

"Ya no veo a mis senos como elementos mutilados, los veo como una fuente de nutrición para mi bebé"

Hace pocos días publicamos una entrada sobre reducción mamaria y lactancia. Hoy, os compartimos un inspirador relato de una familia que lo ha conseguido a pesar de todas las dificultades que han encontrado por el camino. Queremos agradecer a esta mami que nos haya dejado compartir su experiencia y ayudar así a otras madres que se encuentren en la misma situación. Ella puede asegurar que la lactancia después de una reducción de senos es posible. Esperamos que disfrutéis de esta lectura:

Cuando una mujer decide o debe experimentar en su cuerpo una reducción de senos, una de las advertencias hechas por el cirujano es que existen probabilidades de 50% y 50% de una lactancia exitosa. Cuando en el embarazo comencé a ser consciente sobre la importancia de la leche materna para mi bebé, sufrí una angustia terrible porque hace dos años pasé por una reducción de senos y no sabía qué esperar. Lamentablemente, la información sobre estas circunstancias se limita a lo mismo que el cirujano plástico me había dicho, sólo la Liga de La Leche tenía un artículo completo al respecto, pero fuera de eso, ni mi esposo ni yo pudimos hallar fuentes confiables o relatos que nos orientaran al respecto.

Así comienza la historia de la lactancia de mi hija de ahora cuatro meses: con una gran incertidumbre y desorientación, pero gracias a mi esposo, quien en todo momento se mostró optimista, lleno de apoyo, tolerante y muy paciente, comenzamos esta aventura. En los últimos meses yo estaba angustiada, porque deseaba muchísimo amamantar a mi bebé, y otra de las informaciones que hallamos es que un parto natural puede ayudar a que esto sea posible. Obviamente nosotros desde el inicio nos habíamos inclinado por la opción de parto natural, pero como dice J. L. Borges: “la realidad no suele coincidir con las previsiones”.

La noche que nuestra bebita decidió llegar, estábamos totalmente emocionados y un poco asustados, somos padres primerizos y solos, ya que nuestras familias se hallan en otros estados y en mi caso, en otro país. Así que por un lado, teníamos la desventaja de nada de ayuda y por otro, la ventaja de nada de consejos u opiniones que nos frustraran aún más. En el momento del parto las cosas se complicaron, ya que dilaté demasiado rápido y la presión de mi bebé descendió de modo alarmante, por lo cual el doctor decidió que lo mejor era una cesárea emergente. Y nada pudo ser mejor, ya que nuestra hijita tenía el cordón enrollado al cuello.

Además de la epidural, con el cansancio de las contracciones y el estrés por la salud de mi bebé, estaba agotada y sumamente desorientada, así que al momento de recibirla tenía el cerebro agobiado por la anestesia y las preocupaciones, sólo hasta que mi esposo la trajo hasta a mí y nos colocó cara a cara, reparé en que lo siguiente sería intentar darle de mamar. Aún más estrés, porque con la idea de que con parto natural es posible lactar y con cesárea no, estaba ya sin muchas esperanzas, pero debíamos intentarlo. El hospital donde nació nuestra bebé es un hospital que promueve la lactancia natural, así que nos pusieron piel con piel y al sentir ese pequeño cuerpecito, la naturaleza hizo su magia, rompiendo la primera idea preconcebida, ya que con todo y la cesárea, el calostro comenzó a fluir.

No podía haber sensación más hermosa y satisfactoria que ver a mi pequeña en mis senos comiendo, pero dadas las circunstancias, las enfermeras me dijeron que el calostro era sólo la primera parte, que debíamos trabajar duro para promover la bajada de la leche. Y eso fue, simultáneamente, un gran impulso y un motivo más de estrés, porque a la vez que trataban de impulsarme a hacerlo, no me dejaban descansar, ni a mi esposo ni a la bebé. Esa es mi única queja del hospital, ya que lograr la lactancia era el objetivo primordial, pero aunque nos decían que con un buen descanso y una buena recuperación las posibilidades aumentaban, no nos dejaban solos mucho tiempo. Mi esposo no durmió más de 10 horas en 4 noches, yo sólo dormí 8, y lo fantástico es que él nunca perdió las esperanzas ni la paciencia, era quien hablaba más con las especialistas en lactancia, quien aprendía las posiciones y estaba tan atento al sacaleches que nos dieron, ensamblando todo para usarlo después de cada intento.

El calostro fluía, sí, pero parecía no ser nunca suficiente. Y la presión de las enfermeras y las especialistas en lactancia diciéndome a cada visita: “ese bebé se ve muy hambriento”, me partían el corazón y al mismo tiempo me desesperaban, me hacían odiar el momento en el que pasé por la cirugía de senos y me daba tanta pena con mi bebé y mi esposo ser “insuficiente”. Para agravar la presión, la bebé perdía peso y nosotros, si bien nos decíamos uno al otro que íbamos a suplementar con fórmula de ser necesario, no nos rendíamos, no pedíamos aún las muestras y seguíamos con esperanzas.

En todas esas noches, quien trabajaba para obtener su alimento era mi bebé. Ella succionaba, me orientaba a cambiarla de posiciones y, como todo el tiempo yo estaba con los senos descubiertos y medio desnuda, estábamos piel con piel, lo cual estaba haciendo un gran trabajo, ya que ella era quien buscaba afanosamente que su leche viniera, pero, lo que la mayor parte de nosotros entendía como hambre, una de las enfermeras lo vio como lo que era: nuestra bebita succionaba de ese modo porque necesitaba que la leche bajara, esta enfermera nos explicó que eso pasaba a veces, aunque no muy frecuente, ya que algunos bebés no se conformaban con el calostro. Esto nos motivó aún más. Y esa mañana, al dejar el hospital, siguiendo las recomendaciones de la especialista en lactancia, mi esposo rentó un sacaleches eléctrico y, con sólo unas muestras de fórmula –por si acaso-, nos fuimos por fin a descansar a casa.

La primera noche en casa, luego de descansar durante el día, tuve muchos calosfríos y fiebre, pero como había experimentado un poco de ello en el hospital, no sabíamos si era parte del choque hormonal o si era la bajada de la leche. Supongo que fue un poco de ambos, pero a partir de esa noche, cada vez que la bebé mamaba, estábamos listos para bombear con el sacaleches. Los senos por supuesto que me dolían y estaban sumamente sensibles por todo el esfuerzo, pero no podíamos rendirnos, no con esa hermosa boquita haciendo un gran trabajo para obtener la comida que ella deseaba, que ella merecía.

Las dos semanas que siguieron fueron puro trabajo entre los tres: succionar, bombear y experimentar con las muestras de fórmula. La bebita las aceptaba, pero ella nos mostró que no se iba a rendir aún si nosotros nos cansábamos, ya que seguía buscando su leche y eso nos inspiraba, si bien estábamos agotados, recuerdo a mi esposo bombeando y repitiéndome que no había presión alguna, que si se lograba la leche, genial y sino, que lo que obtuviéramos era ya un regalo. Yo sólo sabía que amaba verla en mi pecho, que esa carita lucía feliz y plena durmiendo en mis senos, que yo no podía rendirme cuando sus preciosas manitas me tocaban y sus ojos me miraban como animándome a continuar.

Resultados: hasta ahora, cuatro meses de lactancia exitosa, una hermosa bebé que pesa casi 7 kg., de los cuales estamos sumamente orgullosos, un auténtico y bendito regalo. Tiramos por el caño la opinión de que después de una cesárea no es posible amamantar y descubrimos que, si lo permites, puedes asombrarte de que tu bebé es mucho más sabio que cualquier especialista o preconcepción, la naturaleza trabaja a través de tu bebé y por supuesto, con mucha constancia, hemos logrado esta lactancia con la cual nos sentimos bendecidos y disfrutamos sobremanera.

La clave de éxito de estos meses ha sido confiar en la bebé y su instinto, muchas horas desnudas amamantándola, ya que le encanta estar piel con piel y succiona mucho mejor, paciencia y el apoyo de mi esposo, quien todo el tiempo buscó que pudiéramos sentirnos cómodas y realizar lo que fuese necesario para lograr la lactancia. Por mi parte, yo sólo contribuyo teniendo una gran voluntad de aprender de mi hijita. Si bien no sabemos cuánto nos va a durar y nos hemos visto con sorpresas poco agradables como episodios de mastitis, ya no veo a mis senos como elementos mutilados, los veo como una fuente de nutrición para mi bebé y sé que con constancia y amor, después de una cirugía, sí es posible la lactancia, que de ti y de tu bebé depende hacia qué parte del 50% de las posibilidades inclinas la balanza.

2 comentarios en «"Ya no veo a mis senos como elementos mutilados, los veo como una fuente de nutrición para mi bebé"»

  1. Como me gustan los relatos de las mamás y sus experiencias.
    Gracias a esta mamá por compartir su vivencia. Y enhorabuena por lograr una lactancia exitosa a base de esfuerzo, perseverancia y confianza. Un abrazo 🙂

  2. Qué gusto amanecer con una historia así. A ver si se van leyendo más. Yo también tengo una reducción de ambos pechos, una cesárea programada y una lactancia de 3 años y medio. Así que mi sonrisa al leer esta historia es mayúscula.
    Enhorabuena a esa mamá y su tesón, enhorabuena a ese papá por su apoyo y enhorabuena a ese bebé por los padres que tiene.

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