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"Mi experiencia con la lactancia después de dos cesáreas"

"Mi experiencia con la lactancia después de dos cesáreas"

Cuando conocimos el testimonio de de Marta no pudimos resistirnos a pedirle que lo compartiera.

Una mujer informada que aún así pasó por muchas dificultades hasta llegar a su particular “Eureka”. Dejamos que sea ella quien os lo cuente:

En primer lugar comenzaré por presentarme: me llamo Marta, tengo 34 años y soy mamá de Laura (de 3 años recién cumplidos) y de Marcos (de casi 5 meses). Los dos nacieron mediante cesárea y en el mismo hospital privado.

Con Laura, tenía los miedos y la ilusión de la primeriza… Desde el primer momento tuve claro que iba a dar lactancia materna, me estuve informando, asistí (todavía embarazada) a reuniones de La Liga de la Leche y leí muchos libros. Tuve diabetes gestacional (sin insulina, solo con controles de glucosa) y, ahora que lo pienso pasado el tiempo, un hipotiroidismo al que el ginecólogo no le dio importancia… Pero ya prefiero no pensar en ello. Laura nació mediante cesárea con 4,020 kilos de peso en la semana 41+5 días. La cesárea fue rápida y en poco más de una hora estaba en la habitación con ella piel con piel (mientras tanto, lo había hecho con mi marido). Se enganchó pronto pero, como en toda cesárea, la leche tardó en subirme… pero nunca imaginé que 5 días. Nació un viernes a las 14:00 horas y no me dieron el alta hasta el lunes después de comer; período en el que perdió 500 gramos de peso. Esta pérdida, que es muy significativa en otros bebés, en ella lo era pero menos al haber nacido con tanto peso (o “macrosómica”, como lo definen en el informe de alta del recién nacido).

No obstante, viendo la progresión, en el hospital me recomendaron dar lactancia artificial para completar el pecho y así lo hicimos… pero no obstante seguía perdiendo. También introdujimos chupete, gran error al menos hasta que la lactancia no está establecida…

La primera noche en casa tuvimos que salir corriendo a por un sacaleches porque no podía aguantar el dolor y la pequeña no paraba de llorar por hambre… Pero al engancharlo y ver que salía solo una gota se me vino el mundo a los pies… ¿Cómo podía ser eso? A la mañana siguiente buscamos ayuda especializada en la matrona del Centro de Salud, y poco a poco salimos adelante, Laura fue ganando peso (aunque a bajo ritmo porque cometí el gran error de creer que con 10 minutos por pecho era suficiente… pero es algo que tampoco pienso ya…) y tuvimos 10 meses de lactancia hasta que un día, sin saber por qué, ya no quiso mamar más…  Y tuvimos una lactancia sin grietas, ni mastitis… Un regalo

Cuando supe que estaba de nuevo embarazada, tenía ya muy claro cómo quería que fuera mi lactancia y sobre todo que iba a luchar por ella, porque cualquier lucha dentro de esta “guerra” merece la pena. En este segundo embarazo me encontré con dos antecedentes cuya repercusión no conocí hasta que Marcos nació: hipotiroidismo (esta vez sí tratado con Eutirox) y diabetes gestacional (esta vez tratada con insulina una vez al día). Y digo repercusión porque gracias a mi asesora de lactancia, descubrí que dejar de tomar Eutirox de golpe (como suelen recomendar los endocrinos) puede causar una hipogalactia (o no subida de leche) y que la Insulina dificulta también la subida de la leche. Y si a estos dos hechos unimos una cesárea medicalizada… pues la cosa no pintaba nada bien. Por tanto, la insulina la dejé el mismo día que ingresé para la cesárea programada y el Eutirox decidí seguir tomándolo hasta dos semanas después, cuando la lactancia ya estuvo establecida (los niveles del tiroides están bien tras la analítica que me hice a los tres meses de dejar de tomarlo y ahora estoy a la espera de hacerme la curva para ver si soy diabética, que será cuando deje la lactancia exclusiva y comencemos la introducción de alimentos).

Marcos nació y yo tardé más de dos horas en subir de quirófano (porque la anterior cicatriz de mi útero, realizada por un ginecólogo diferente del de esta vez, no era tan “perfecta” como él me vendió) y durante este tiempo estuvo piel con piel con su papá. No obstante, desde el martes (día en que nació) al viernes (día del alta) Marcos perdió 400 gramos, habiendo nacido con un peso de 3,460 kilos en la semana 39 + 3 días. En el hospital esta vez no introducimos el chupete (a día de hoy prácticamente no lo quiere, solo cuando está a punto de dormirse y poquísimo tiempo) y casi no utilizó la cuna del hospital porque estuvo prácticamente a todas horas encima mío con “barra libre”. Pero yo no entendía por qué no cogía peso…

En la primera revisión que nos hizo el pediatra del hospital nos indicó que Marcos tenía frenillo pero que no era restrictivo para la lactancia… y nosotros, confiados, nos olvidamos de ese tema. Pero si nos extrañaba que Marcos cada vez manchaba más el pañal cuando hacía pis de color naranja y que día a día seguía perdiendo peso y sin coger ni un gramo… Hasta que el día del alta, el pediatra hizo constar en su informe que nuestro hijo estaba “un poco deshidratado”, que esas manchas eran “uratos” (signos de deshidratación) y que recomendaba suplementar con biberón porque “no querríamos que nuestro bebé se pusiera malito”… y tan alegremente nos dio el alta con una pérdida de peso del 11%… Sin comentarios…

Al llegar a casa yo sentía que algo no iba bien y llamé a mi asesora de lactancia, que vino a casa de inmediato (recordad que además yo tenía una cesárea de la que aún me estaba recuperando)… En cuanto vio a Marcos, nos hizo ver la importancia de ese “frenillo no restrictivo”, porque nuestro hijo era incapaz de sacar la lengua, por lo que no tenía fuerza de succión y se cansaba enseguida al mamar, no pudiendo tomar todo lo que necesitaba para engordar. Nos dijo que ese frenillo (o anquiloglosia, término que ya me es más que familiar) había que cortarlo y nos recomendó contactar con el Dr. Briz aquí en Madrid (cirujano pediátrico especialista en frenillos). Ese mismo viernes, a las 21:15 de la noche, lo llamé por teléfono a su consulta y me dijeron que hasta finales de noviembre (estábamos a 28 de octubre) no había ni un hueco… Ante mi desesperación, la chica de recepción me dio su email para que le contara por esa vía mi caso particular y, si él lo estimaba, me citaría antes. Esa misma noche le enviamos un email con la historia de Marcos junto con fotos y un video de nuestro bebé llorando… y a las 00:45 de la noche, al despertarme para alimentarlo, habíamos recibido este email (lo transcribo porque me emocionó tanto el leerlo y significó tanto para mi lactancia, que quiero compartirlo con vosotras):


“Querida familia. Tranquilizaos porque aunque es un frenillo tremendo, muy restrictivo, habéis dado con quien mejor puede ayudaros. Venid al Sanatorio San Francisco de Asís el miércoles 2 a las 17 h. Por suerte o desgracia no podrás recurrir a mucha más gente que a mi en toda España, porque la anquiloglosia es una desconocida para la inmensa mayoría de los médicos nacidos en el siglo XX: Este asunto se conoce desde hace por lo menos 5000 años, al menos ya aparece registrado en papiros egipcios, y se iba transmitiendo (griegos, romanos, Renacimiento…) hasta que a mediados del siglo XX aparecieron las leches maternizadas, con lo que el niño que no podía mamar bien, sobrevivía gracias a los biberones. Y se perdió la costumbre (que aún persiste en los países del “tercer mundo”) de mirar y rasgar el frenillo al nacer. Trabaja conmigo una monja que estuvo 42 años en el Congo y vio cotidianamente cortar el frenillo a los recién nacidos “para que hablen bien” decían. Fíjate, en esto saben más que nosotros. O sea que no es un problema nada nuevo, pero sí ignoto por los “no interesados”. Es algo tan nimio que no da prestigio alguno como el trasplante intestinal o la cirugía fetal. No interesa a mis colegas. Por eso publiqué un poster hace unos años en un Congreso Nacional de Cirugía Pediátrica, que escoció un poquito.

Para ganar tiempo os remito unos enlaces que os ayudarán a entender lo que os pasa


No os he contado la pauta que seguimos con Marcos (siguiendo las recomendaciones de mi asesora de lactancia) desde el viernes 28 de Octubre al Martes 2 de Noviembre (día en que acudimos a la consulta del Dr. Briz): por el día cada 2 horas (y por la noche cada 3 horas) le daba de mamar de ambos pechos, y cuando se quedaba dormido, lo dejaba y me ponía el sacaleches. Lo que me sacaba con el sacaleches se lo dábamos con la técnica de dedo-jeringa. Y tras esto, le dábamos 15 (no 30, como recomiendan los pediatras normalmente) de leche artificial. Ahora que lo escribo y lo vuelvo a recordar, que días mas duros fueron… IMPRESCINDIBLE, a mi lado, esos días estuvo mi marido, que no hacía mas que apoyarme, ayudarme y sostenerme cuando yo me sentía caer por la cantidad de sentimientos que tenía esos días… No sé qué hubiera hecho sin él… Literalmente, vimos la luz con este email… no podía parar de leerlo y de llorar… sentía que habíamos encontrado la solución al problema de nuestro hijo, por fin un médico que nos hablaba claro y que es de los más humanos que he conocido hasta ahora.

Y por supuesto sin mi asesora de lactancia, Susana, que cada noche me escribía por Whatsapp y a la que contaba durante cada uno de esos 5 días la evolución de la alimentación de Marcos, la cantidad de calostro que me extraía… Hasta que el domingo por la noche me dijo: “la foto que me has mandado no es calostro, eso ya es leche”. Y no se me olvidará que ese lunes por la noche, 30 de octubre, me sentía fatal, malestar, con fiebre… ¡Me estaba subiendo la leche! (y digo que no se me olvidará porque fue el concierto de reencuentro de OT y tenía muchas ganas de verlo… así que tuve que conformarme con grabarlo y meterme en la cama de lo mal que me encontraba, jeje).

El Dr. Briz nos llamó por teléfono ese lunes 30 para citarnos concretamente en el área quirúrgica del hospital donde pasa consulta, a fin de hacer una primera valoración. Íbamos nerviosos, acompañados una vez más por Susana… pero cuando el Dr. Briz nos vio y revisó a Marcos me preguntó: “¿Me lo dejas? Vamos al quirófano”. Y en 5 minutos, mi bebé estaba de nuevo conmigo, sin una lágrima, sin una mancha de sangre, y…. ¡sacando la lengua! Nos envió a una habitación con otra familia cuyo bebé había sido operado también de frenillo, por donde él pasaría para darnos unas pautas, y me puse a Marcos al pecho al llegar… y mamaba más fuerte y más rápido que nunca! No me lo podía creer… es tan duro todo lo que habíamos vivido y tan difícil… y en ese momento me caían tantas lagrimas… Fue muy emocionante… Y esa noche me volvió a subir la leche por segunda vez… Y hasta hoy 🙂

Marcos tardó una semana en dejar de manchar el pañal con uratos, las revisiones con el Dr. Briz han ido perfectas, y empezó a coger una media de 400-500 gramos cada semana! Ahora ha frenado su crecimiento porque coge menos peso, pero en ningún momento en sus casi 5 meses de vida ha tenido caídas de peso ni “parones”. Solo ha tenido semanas en las que ha cogido menos peso, poco peso… pero siempre algo.

¿Algún problema en esta lactancia? Sí, pero de todo se aprende… 6 ingurgitaciones en estos meses y aprender la técnica Marmet son algunos de los conocimientos que me llevo de esta lactancia… Y ya con todo listo para mi vuelta al trabajo y la marcha a la guardería de mi bebé… y por supuesto con el sacaleches a punto para que siga alimentándose de lo más preciado que puedo darle aunque no esté a su lado: mi leche.

GRACIAS por vuestra labor con la App… no dejo de aprender con ella cada día…

Un abrazo

M.C

Un comentario en «"Mi experiencia con la lactancia después de dos cesáreas"»

  1. Qué emoción!!! Muchas gracias por publicarlo… Incluso leyéndolo no me creo aun todo por lo que pasamos… Pero todo ha merecido la pena 🙂

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